domingo, 26 de enero de 2020

Texto: Kobe. Allá donde estés.

Querido Kobe,

Hace 20 años escuché que había un jugador en la NBA que hacía cosas increíbles. A mí me gustaba el baloncesto, pero no más que otros deportes. Hasta que quise comprobar por mí mismo aquello que escuchaba. Hasta que te vi jugar.

Y me enamoré. Me enamoré tanto que, desde entonces, para mí sólo existió el baloncesto. Mi completa adolescencia estuvo casi enteramente dedicada al baloncesto. Fueron 13 años jugando y luego dos más entrenando a niños y niñas. Mientras a mi alrededor mis amigos hablaban maravillas de sus jugadores favoritos de fútbol, para mí el referente era Kobe Bryant.

Si no había trasnochado para verte jugar, me levantaba temprano, me ponía el partido y disfrutaba como nadie de verlo en diferido, acompañado por los comentarios de Andrés Montes y de Antoni Daimiel.

Y por las tardes iba a entrenar. Era capaz de llegar horas antes del entreno y quedarme hasta mucho después para tirar a canasta y practicar alguna de las jugadas que te había visto hacer en el partido anterior. Luego volvía a casa y seguía tirando en una de esas canastas de juguete que se colocan en la parte superior de las puertas, volviendo locos a mis padres y a mi hermana (y a mis gatos) con los continuos golpes y botes del pequeño balón de juguete.

"Es sólo baloncesto", escuché que la gente me decía más de una vez. Pero yo sabía, como tú, que no es sólo baloncesto y que ellos simplemente no lo entendían.

Viéndote, aprendí el valor del esfuerzo y del sacrificio. Sentí la pasión por competir, por luchar por lo que quieres hasta que no te queda aliento. La sensación de frustración en las derrotas, las ganas de remediarlo cuanto antes y de euforia en cada canasta y en las victorias. El placer que producía el sonido del balón al atravesar la red tras una canasta, tras un logro. Y es que no es sólo baloncesto. Se puede aplicar a cualquier aspecto de la vida.

Recuerdo la sensación de piel de gallina cada vez que veía cómo seguías adelante tras cada fallo y cómo, tantas y tantas veces, le diste la victoria a tu equipo con actuaciones inhumanas. Es fácil recordar el partido de los 81 puntos, que tantas veces he visto repetido, los títulos, con Shaq y después con Pau. También recuerdo cómo me ponía enfermo cada vez que escuchaba a alguien criticarte. Porque para mí eras mucho más que un ídolo. Pero me tranquilizaba sabiendo que los callarías, haciéndolo otra vez.

Y después llegó tu lesión. Recuerdo que me dejó muy tocado. Tras tantos años, ¿cómo iba a estar tanto tiempo sin poder volver a verte jugar? Recuerdo esos tiros libres que con el tendón de Aquiles roto, tiraste y anotaste, antes de irte por tu propio pie, lleno de dolor.

Lo superaste tras 9 meses sin jugar y, al poco, te volviste a lesionar para el resto de la temporada. Entonces, los rumores sobre tu retirada, que ya se habían iniciado con tu anterior lesión, cobraron fuerza.

Pero volviste. Y tuviste que lidiar con los haters salidos hasta de debajo de las piedras criticando que quisieras seguir adelante en vez de dejarlo. Pero no lo dejaste. Y aquel último partido... el de tu retirada, quedará para la historia.

Hoy se ha ido una leyenda, uno de los mejores jugadores de baloncesto de todos los tiempos. Sin ti, el vacío que ya se había formado cuando te retiraste, se intensifica. El baloncesto ya no será lo mismo, y será inevitable ver un partido sin acordarme de ti, del que provocó mi amor por este deporte.

Hoy es un día muy triste y quería escribir unas líneas para desahogarme. Y para darte las gracias, allá donde estés. Porque soy quien soy, en parte, a causa de los valores que me transmitiste a través de la pantalla.

Por todo esto y por tantas cosas que, a causa de la emoción, seguro que me dejo en el tintero,

Gracias.
Descansa en paz, Kobe.
#Mambaout.

David Cucarella Tobajas.




lunes, 18 de julio de 2016

Relato: Recuerdos

Cuando ella le dijo que se iba él asintió, distraído.

-¿Lo has pasado bien?

-Sí, claro.

Al fijarse mejor, se percató de que los ojos de la joven tenían el brillo característico de cuando están conteniendo a duras penas las lágrimas y, sin saber muy bien la razón, algo en el interior de su pecho se encogió.

¿Por qué lloraba? ¿Qué la tenía tan afligida? No quería que llorase. Había sido muy simpática con él aquella tarde. Habían ido a dar un paseo por el jardín y había conseguido amenizarle realmente con su conversación.

-Puedes volver otro día de visita- le dijo, con la intención de consolarla-. Me gustaría.

Ella sacó un pañuelo del bolsillo y se lo pasó suavemente por los lacrimales, antes de dedicarle una triste sonrisa.

-Claro que volveré. Adiós papá.

Que lo llamara así lo desconcertó aún más. Mientras ella se daba media vuelta y encaraba la salida, él  trató de recordar. Quiso decirle algo, pero no encontró las palabras. Sólo consiguió alargar el brazo en vano hacia la puerta, que ya estaba cerrada.

sábado, 8 de marzo de 2014

Relato: Decisiones.

Tú y yo no vamos a ser simples amigos. Mis planes para ti van más allá. O terminamos juntos, o tendremos una amistad de esas que se convierten en eternas, o prefiero no volver a saber nada de ti.

Nada más decir esto y con aparente disgusto, se levantó y salió de mi habitación sin preocuparse porque la puerta no hiciera demasiado ruido al cerrarse. Mi primera reacción fue enfadarme. ¿Me estaba amenazando con dejarme tirada si no le hacía caso? ¡Qué se creía el caradura este!

Había pasado un año y pico desde que nos conocimos, habíamos tenido altibajos, muy altos, pero también habíamos pasado momentos que me habían hecho pensar que esto no tenía futuro, aunque siempre habíamos terminado superándolos para volver a la normalidad. En realidad. En aquel momento llevábamos un tiempo un poco más distanciados, no tanto físicamente, sino más en el tema emocional. No compartíamos tantos pensamientos y emociones como meses atrás. Si lo pensaba, habíamos vivido muchas cosas en aquel tiempo, las suficientes para considerarlo una persona importante en mi vida. Conclusión lógica: no quería perderle.

Al pensar más detenidamente en sus palabras me di cuenta de que su significado iba más allá que el de un simple rebote de un momento. Parecía incluso haber meditado sobre aquello, como si lo hubiera estado guardando durante un tiempo, hasta que aquel día había explotado.

No era la primera vez que se me insinuaba, aunque nunca me lo había tomado realmente en serio. No sé, éramos amigos y en ningún momento había pensado en él de esa manera… Sin embargo, aquella noche, tras aquellas palabras, empecé a pensar que realmente había algo de verdad en sus insinuaciones. Me costaba creerlo… ¿Yo le gustaba?

Quizá eso explicaría sus constantes cambios de humor, su peligroso balanceo desde el punto de ser un chico completamente adorable al punto de que su bordería le convertía en un verdadero capullo.

Y eso me hacía llegar a la situación clave. ¿Y él me gustaba a mí? Me planteé la opción negativa, y cómo sería mejor decírselo, para que no se lo tomara a mal puesto que mi conclusión lógica seguía estando presente.

En sus palabras, en el caso de que no acabábamos juntos, la definición de amistad de la que me había hablado no era para nada cualquier cosa. Quizá aquella opción era la mejor, la más fácil. Tenía claro que era alguien con quien quería seguir teniendo trato, mucho, y que dentro de unos años, no me acordara de él solo como aquel chico con el que pasé gran parte de mis momentos de mi primera etapa universitaria. Era lo lógico.

En aquel momento me incorporé de la cama y levanté la vista instintivamente hasta posar mi mirada en una de las fotos que adornaban mi habitación. Salíamos los dos, él estaba sonriente, de frente a la cámara con la mirada ligeramente perdida mientras yo le rodeaba con los brazos y le besaba en la mejilla.


Confundida, me mordí el labio inferior.

martes, 11 de febrero de 2014

Poesía: Las ruinas.

La pasión ciega de tu corazón segrega
pétalos de vida en mi alma corrompida
provocando un arrebato de infeliz alegría
que desata con fiereza en mi interior una llamarada
calmada por el suave y continuo goteo de tu cascada.

Angustia contenida en un brote de satisfacción fingida
el temor oculto en una expresión de placer de luto...
que, con mimo, bajo las sábanas de mi vida sepulto
enterrando la debilidad de esta mente retorcida
sabedora de la lejanía en la que aguarda el indulto.

Un alma castigada, de nuevos huéspedes aislada,
de placeres e ilusiones vetada,
envuelta cruelmente en un embrujo,
entre las paredes de una gran urna de cristal.
Una sutil trampa mortal, que mezcla lo absurdo y lo espiritual
hasta que de la nada como una luz salida, apareciste en el umbral.

Iluminaste por un tiempo mi oscuridad apasionada
derribando mi muralla, otrora cuidadosamente conservada.
Y ahora, de mis delicadas cenizas resurjo
para hallarme, ya fuera de tu influjo,
tratando de olvidar cada lágrima lamentada...

Paseando, cabizbajo, entre las ruinas de esta inmensa muralla acristalada.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Poesía: Tu llegada

¿Qué es lo que quieres, cielo?
¿El mar? ¿La luna?
¿O quizá las dos en suma?
¿El sol? ¿Una estrella?
Sabes que lo mereces más que ninguna.

Por el mundo vas, dejando huella,
en todos causando la locura,
en el mundo no hay mujer más bella
que provoque en el corazón semejante ternura.

Y es que un alma recubierta de hielo,
inquebrantable, más dura que la roca desnuda,
no tenía esperanzas de una posible cura.
Hasta que llegaste en forma de lucero
iluminando el dolor, convirtiéndolo en anhelo.


Desde que llegaste a mi vida, cielo
ni el mejor cirujano como tú sutura,
encerrando mi soledad junto a mi amargura,
transformando mi alma con tu ayuda
haciéndola más brillante que la luz más pura.

miércoles, 5 de junio de 2013

Texto: Dos alas desafiando juntas al viento

Al deambular desorientado hallar una mano que me guíe. Buscar entre mis sombras una cara que sonríe, un cariño que el corazón recibe, que aleje la tristeza cuando me das un abrazo, haciéndome olvidar el rechazo, rodeado con firmeza por la delicadeza de tus brazos.

Cuando todo está oscuro sentirte a mi lado, sentir que me has tocado cuando mi cuerpo se estremece. Sentir la presión que tu alma ejerce, que me sumerge en tu laguna, de risas y frescura, de comprensión y dulzura, ternura desatada al borde de la locura.

Sentir el calor que emana a través de tu ropa. Sentirte cuando me tocas. Acariciarte la piel mientras tú y tus ojos color miel, recomponéis todas mis partes rotas, mostrando un cartel que dice: no estés triste, aguanta de pie si la vida te embiste, resiste, me tendrás aquí para consolarte si sufriste.

Estaré aquí, para decirte que te quiero. Para mirar al cielo bajo la luz de una farola y dejar a nuestras almas volar juntas alejándose del suelo. Y allí, verlas fundirse en una sola formando una aureola tan perfecta y armoniosa como una melodía para piano.
Y al fin, cogidos de la mano, las veremos partir, la una con la otra en su eterno confinamiento.

Como dos alas desafiando juntas al viento…
Dos estrellas unidas en el firmamento…
Dos enamorados compartiendo un único sentimiento.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Poesía: Oasis en el desierto

Levanto la vista y observo alzarse la luna
Un círculo brillante y perfecto en su blancura
Bajo mis pies descalzos el áspero roce de la arena dorada
Araña mi piel, que días atrás por mucho menos sangraba
Y ahora tan solo acrecienta mi locura.

El aire entra en mis pulmones con una fuerte bocanada
Causada por el duro ascenso a la cumbre de esta duna
Y al mirar el horizonte una sensación me abruma
La de sentirme tan lejos del alcance de tu ternura
De la sonrisa traviesa en tu cara dibujada.

Abro los ojos y alzo la cabeza de la almohada
Pero no veo más allá de lo que la oscuridad me censura.
Con la esperanza en el rostro reflejada
Sigo avanzando por este desierto con premura

Buscando a tientas el oasis de tu mirada.