sábado, 8 de marzo de 2014

Relato: Decisiones.

Tú y yo no vamos a ser simples amigos. Mis planes para ti van más allá. O terminamos juntos, o tendremos una amistad de esas que se convierten en eternas, o prefiero no volver a saber nada de ti.

Nada más decir esto y con aparente disgusto, se levantó y salió de mi habitación sin preocuparse porque la puerta no hiciera demasiado ruido al cerrarse. Mi primera reacción fue enfadarme. ¿Me estaba amenazando con dejarme tirada si no le hacía caso? ¡Qué se creía el caradura este!

Había pasado un año y pico desde que nos conocimos, habíamos tenido altibajos, muy altos, pero también habíamos pasado momentos que me habían hecho pensar que esto no tenía futuro, aunque siempre habíamos terminado superándolos para volver a la normalidad. En realidad. En aquel momento llevábamos un tiempo un poco más distanciados, no tanto físicamente, sino más en el tema emocional. No compartíamos tantos pensamientos y emociones como meses atrás. Si lo pensaba, habíamos vivido muchas cosas en aquel tiempo, las suficientes para considerarlo una persona importante en mi vida. Conclusión lógica: no quería perderle.

Al pensar más detenidamente en sus palabras me di cuenta de que su significado iba más allá que el de un simple rebote de un momento. Parecía incluso haber meditado sobre aquello, como si lo hubiera estado guardando durante un tiempo, hasta que aquel día había explotado.

No era la primera vez que se me insinuaba, aunque nunca me lo había tomado realmente en serio. No sé, éramos amigos y en ningún momento había pensado en él de esa manera… Sin embargo, aquella noche, tras aquellas palabras, empecé a pensar que realmente había algo de verdad en sus insinuaciones. Me costaba creerlo… ¿Yo le gustaba?

Quizá eso explicaría sus constantes cambios de humor, su peligroso balanceo desde el punto de ser un chico completamente adorable al punto de que su bordería le convertía en un verdadero capullo.

Y eso me hacía llegar a la situación clave. ¿Y él me gustaba a mí? Me planteé la opción negativa, y cómo sería mejor decírselo, para que no se lo tomara a mal puesto que mi conclusión lógica seguía estando presente.

En sus palabras, en el caso de que no acabábamos juntos, la definición de amistad de la que me había hablado no era para nada cualquier cosa. Quizá aquella opción era la mejor, la más fácil. Tenía claro que era alguien con quien quería seguir teniendo trato, mucho, y que dentro de unos años, no me acordara de él solo como aquel chico con el que pasé gran parte de mis momentos de mi primera etapa universitaria. Era lo lógico.

En aquel momento me incorporé de la cama y levanté la vista instintivamente hasta posar mi mirada en una de las fotos que adornaban mi habitación. Salíamos los dos, él estaba sonriente, de frente a la cámara con la mirada ligeramente perdida mientras yo le rodeaba con los brazos y le besaba en la mejilla.


Confundida, me mordí el labio inferior.

martes, 11 de febrero de 2014

Poesía: Las ruinas.

La pasión ciega de tu corazón segrega
pétalos de vida en mi alma corrompida
provocando un arrebato de infeliz alegría
que desata con fiereza en mi interior una llamarada
calmada por el suave y continuo goteo de tu cascada.

Angustia contenida en un brote de satisfacción fingida
el temor oculto en una expresión de placer de luto...
que, con mimo, bajo las sábanas de mi vida sepulto
enterrando la debilidad de esta mente retorcida
sabedora de la lejanía en la que aguarda el indulto.

Un alma castigada, de nuevos huéspedes aislada,
de placeres e ilusiones vetada,
envuelta cruelmente en un embrujo,
entre las paredes de una gran urna de cristal.
Una sutil trampa mortal, que mezcla lo absurdo y lo espiritual
hasta que de la nada como una luz salida, apareciste en el umbral.

Iluminaste por un tiempo mi oscuridad apasionada
derribando mi muralla, otrora cuidadosamente conservada.
Y ahora, de mis delicadas cenizas resurjo
para hallarme, ya fuera de tu influjo,
tratando de olvidar cada lágrima lamentada...

Paseando, cabizbajo, entre las ruinas de esta inmensa muralla acristalada.