Tú y yo no vamos a ser simples amigos. Mis planes para ti van más allá.
O terminamos juntos, o tendremos una amistad de esas que se convierten en
eternas, o prefiero no volver a saber nada de ti.
Nada más decir esto y con
aparente disgusto, se levantó y salió de mi habitación sin preocuparse porque
la puerta no hiciera demasiado ruido al cerrarse. Mi primera reacción fue
enfadarme. ¿Me estaba amenazando con dejarme tirada si no le hacía caso? ¡Qué
se creía el caradura este!
Había pasado un año y pico desde
que nos conocimos, habíamos tenido altibajos, muy altos, pero también habíamos
pasado momentos que me habían hecho pensar que esto no tenía futuro, aunque
siempre habíamos terminado superándolos para volver a la normalidad. En
realidad. En aquel momento llevábamos un tiempo un poco más distanciados, no
tanto físicamente, sino más en el tema emocional. No compartíamos tantos
pensamientos y emociones como meses atrás. Si lo pensaba, habíamos vivido
muchas cosas en aquel tiempo, las suficientes para considerarlo una persona
importante en mi vida. Conclusión lógica: no quería perderle.
Al pensar más detenidamente en
sus palabras me di cuenta de que su significado iba más allá que el de un
simple rebote de un momento. Parecía incluso haber meditado sobre aquello, como
si lo hubiera estado guardando durante un tiempo, hasta que aquel día había
explotado.
No era la primera vez que se me
insinuaba, aunque nunca me lo había tomado realmente en serio. No sé, éramos
amigos y en ningún momento había pensado en él de esa manera… Sin embargo,
aquella noche, tras aquellas palabras, empecé a pensar que realmente había algo
de verdad en sus insinuaciones. Me costaba creerlo… ¿Yo le gustaba?
Quizá eso explicaría sus
constantes cambios de humor, su peligroso balanceo desde el punto de ser un
chico completamente adorable al punto de que su bordería le convertía en un
verdadero capullo.
Y eso me hacía llegar a la
situación clave. ¿Y él me gustaba a mí? Me planteé la opción negativa, y cómo
sería mejor decírselo, para que no se lo tomara a mal puesto que mi conclusión
lógica seguía estando presente.
En sus palabras, en el caso de
que no acabábamos juntos, la definición de amistad de la que me había hablado
no era para nada cualquier cosa. Quizá aquella opción era la mejor, la más
fácil. Tenía claro que era alguien con quien quería seguir teniendo trato,
mucho, y que dentro de unos años, no me acordara de él solo como aquel chico
con el que pasé gran parte de mis momentos de mi primera etapa universitaria.
Era lo lógico.
En aquel momento me incorporé de
la cama y levanté la vista instintivamente hasta posar mi mirada en una de las
fotos que adornaban mi habitación. Salíamos los dos, él estaba sonriente, de
frente a la cámara con la mirada ligeramente perdida mientras yo le rodeaba con
los brazos y le besaba en la mejilla.
Confundida, me mordí el labio
inferior.